viernes, 25 de marzo de 2011

Perro de quinta


Que buena es la vida de un perro de quinta. No de un perro callejero, de un perro de taller o de un perro pastor del páramo, sino de un auténtico perro de quinta, de raza y con pedigrí.

Para comenzar, un perro de quinta se levanta a la hora que quiere, sin despertador ni obligaciones. Sencillamente porque para él es imposible programar un despertador. Dada la situación, el perro de quinta sólo tiene que dirigirse a la cocina y mirar con esos tiernos ojos cristalinos a la señora de servicio o a la dueña de la casa y desayunar. Luego sólo debe fingir tristeza al ver a los niños irse al colegio o a los dueños partir al trabajo.

Por otro lado, es una ventaja indiscutible en la vida de un perro de quinta no tener que estudiar cinco, o más años, hacer un doctorado, o ganar alguna beca, para demostrar que es inteligente, sólo tiene que agarrar la pelota cuando se la lanzan, encontrar un hueso enterrado por él mismo, o, en el más exigente de los casos, evitar cagarse dentro de la casa.

Además no hay nada más simpático y bonachón, que un perro de quinta. Todos los quieren acariciar, cargar y alimentar con chucherías a escondidas de sus dueños. Las viejitas no les tienen miedo ni sus dueños les ponen bozal, y por lo general terminan siendo protagonistas de cuñas de papel “tuale”, hecho paradójico, considerando que los perros no se limpian después de hacer pupú.

En fin, que buena es la vida de un perro de quinta. Lo único malo es que no tienen pulgares.

1 comentario:

  1. Si es verdad. No lo habia pensado. Ademas como en las quintas generalmente los fines de semana concurre mucha gente le deben dar un monton de sobras de alimentos. Pedazos de carne, huesos de pollo, cascara de manzana, restos de tortas. No sono como los otros perros de la calle que estan raquiticos y tienen que salir dia a dia a ganarse el alimento.

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