Susana, no seas tan dominante, que un día ese tipo te va a dejar. Eso me advertía mi hermana cuando le decía al mequetrefe de Julián sus cuantas verdades. Pobre enano. Debía darse con una piedra en los dientes de alguna vez tenerme a su lado y agradecerme hasta el infinito que jamás le había montado los cachos. Sí, reconozco que a veces me excedí de sincera. Pero los insultos y las bofetadas eran por su bien, para que reaccionara. Su insignificancia como hombre me producía una sensación de perder mi tiempo con él, en lugar de estar con otros hombres de verdad.
Por eso me sorprendió mucho la noche que se apareció en mi casa la fulana Martha. Nunca mencionada por el bobo atómico, ni sus amigos, tan infames y nulos también. Era bajita, pero recia. Con un exagerado cabello castaño y una voz penetrante, que más bien era una ráfaga de viento ronco que golpeaba mi rostro, entró sin autorización en la sala y se sentó en el sofá. Seré breve, quiero que dejes a Julián. Él me ama, y queremos ser felices sin ti. Esas fueron sus palabras. ¿Amarte a ti? ¿Vivir sin mi? Imposible. Moriría como un pez fuera del agua. Eso pensé mientras me sentaba a su lado, y comencé a reír con ironía. Mira, muchacha loca, ni lo dejo ni me deja. Así que puedes irte por donde viniste, sino quieres tener un problema conmigo. La amenacé, con más temor que convicción.
Sin ni siquiera dejarme saborear la advertencia, Martha se levantó y comenzó a apretar con fuerza mi cuello, mientras sus ojos se salían de la cara y penetraban mi mirada sorprendida y sin aire. El impulso nos llevó hasta el borde de mi escritorio, donde con mucho esfuerzo y casi asfixiada pude agarrar un bolígrafo y clavarlo en su pecho, exactamente en el lado del corazón. Martha quedó paralizada, soltó mi cuello y bajo la cabeza lentamente hacía su seno izquierdo, de donde brotaba un pedazo de tela blanco. Era una medía enrollada, que simulaba su feminidad. Luego, dando un par de paso atrás, se quitó la peluca y se restregó el maquillaje con el sudor. Era Julián, como siempre, sin valor suficiente para defenderse a si mismo.
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