PERSONAJES
DOCTOR
MUJER
HOMBRE
ESCENA 1
Suena la salsa brava. Luz roja en todo el
escenario. Al fondo y en el centro destaca un estante repleto de frascos de diversos
tamaños, que contienen órganos conservados en líquidos de colores. Herramientas y manchas de sangre seca se
encuentran dispersas por el escenario.
Al fondo a la derecha un afiche de mujer sexy. En algún lugar del
espacio se encuentra, sentado sobre un bloque, el DOCTOR. Luce desaliñado y su
bata está roída y manchada por el exceso de uso. Está limpiando herramientas y
órganos en una ponchera con gasolina. Una MUJER entra en escena, con una bolsa
de papel. Le habla a un HOMBRE que se encuentra fuera.
MUJER: ¡Ven!
HOMBRE ¡No!
MUJER: ¡Que te vengas, por amor de Dios!
HOMBRE: ¡Que no voy, que soy ateo!
MUJER: Hazlo por mí.
La MUJER sale de escena y regresa
con el HOMBRE, a quien trae a la fuerza.
HOMBRE: Lo hago por ti.
Luz blanca. Fin de la salsa
brava.
DOCTOR: ¿Problemas?
HOMBRE: Conyugales.
MUJER: Y de salud.
DOCTOR: Redundantes.
MUJER: Mi marido lleva más de quince días con
un dolor cerca del estómago.
DOCTOR: ¿Y le hicieron alguna prueba?
HOMBRE: Para eso fuimos al hospital.
MUJER: No llegamos a los números. Solo
dieron veinticinco y habían como doscientas personas.
HOMBRE: ¿Y por eso tenemos que venir para
esta pocilga?
DOCTOR: Más respeto, caballero.
HOMBRE: Se ve hasta insalubre.
DOCTOR: Entonces, váyase a un Centro
Médico Autorizado.
MUJER: No nos alcanza el dinero.
HOMBRE: Nos hubiésemos levantado más
temprano.
MUJER: Y el seguro es impagable.
HOMBRE: Como los veinticinco que sí
agarraron número.
MUJER: Aquí tengo una muestra de orina.
La MUJER saca de la bolsa de
papel un frasco de un litro aproximadamente, completamente lleno de orine.
DOCTOR: ¿No le parece exagerado?
MUJER: Una prueba de orine se la hace
cualquiera.
DOCTOR: Digo, la cantidad.
HOMBRE: Pero... si sólo me hice una sola
prueba de orina.
DOCTOR: Démela, voy a echarle un ojo.
El HOMBRE le arrebata el
frasco a la MUJER antes de que logre entregarlo al DOCTOR. La MUJER se recupera y forcejea con el HOMBRE
por la posesión del frasco.
HOMBRE: ¿Por qué desconfías de la salud
pública?
MUJER: ¿Y tú por qué de la privada?
HOMBRE: No has pasado la entrada de la
clínica y ya te están cobran los honorarios médicos.
MUJER: Y ni siquiera logras pasar la
entrada en un hospital, porque el seguridad sólo te deja ingresar si traes
alojada una bala caliente en tu cuerpo y mucha sangre decorativa.
HOMBRE: Las clínicas son negocios.
MUJER: Y los hospital un panfleto.
DOCTOR: ¿Y yo?
Cesa el forcejeo
abruptamente. Silencio.
DOCTOR: ¿Yo que soy?
Quietud. Silencio.
Suavemente, el DOCTOR quita el frasco de las manos de la MUJER y el
HOMBRE.
MUJER: El futuro.
HOMBRE: A donde nunca pensamos que
llegaríamos.
MUJER: Por lo menos tan pronto.
HOMBRE: Y con tanta urgencia.
La MUJER y el HOMBRE tratan
de arrebatarle el frasco al DOCTOR. Continua el forcejeo.
DOCTOR: Ni tan costoso como una clínica…
ni tan ineficiente como un hospital. La opción ideal ¿No les parece?
HOMBRE: Nosotros nos merecemos una salud
que no se pague con tarjeta de crédito.
MUJER: O una salud que no se pague con
votos ni militancia partidista.
DOCTOR: Lastima que se acuerden de eso
sólo cuando se enferman.
El frasco cae al suelo y se
derrama. Silencio.
HOMBRE: Ya sabemos que, máximo, atienden
veinticinco personas por día.
MUJER:
¡Coño, llegamos al hospital a las tres de la mañana!
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