lunes, 11 de abril de 2016

EL HUEVO Y LA GALLINA



Anoche estaba haciendo una tortilla. Mayor fue mi sorpresa cuando al romper el huevo salió una gallina.


El animal brincaba de un lugar a otro, dándome picotazos para que no la atrapara. Si no podría comer tortilla, al menos comería un buen caldo de gallina.

De la mesa de la cocina voló a medias hasta el lavandero y chocó contra la ventana que estaba cerrada. Allí, la acorralé, pero batiendo las alas y haciendo un ruido terrorífico se escurrió entre mis dedos. Como pudo llegó a la sala, donde ya no volaba, pero sí corría. Y yo tras ella, jadeando rabia y sudando impotencia.

Finalmente, la gallina se rindió, dejándose caer sobre el sofá. Me acerqué con delicadeza, paso a paso, mientras ella se enterraba en uno de los cojines de mueble.

La gallina no opuso resistencia. Se entregó con dignidad a mis manos ansiosas. Y mayor fue mi sorpresa cuando me di cuenta que había puesto un huevo. Si no podría comer un caldo de gallina, al menos comería una buena tortilla.

Fui a la cocina y con emoción rompí el huevo… del cual salió una gallina.