martes, 14 de septiembre de 2010

SERIE: “En curso”: Josefina


Josefina entró a la Maternidad Concepción Palacios, llevando con orgullo su bella barriga a punto de reventar. Sin embargo, su rostro rustico y curtido por el llanto y la tristeza de dos perdidas anteriores revelaban la profunda frustración de la única razón de su adultez: ser madre.

Dos día después, Josefina se dirigió al retén a buscar a su bebe, a quien recibió de manos de un joven enfermero, que en medio de la conversación le comentó que tuviese cuidado, porque los vigilantes, en complicidad con la policía, arrebatan a los recién nacidos de los brazos de sus madres para venderlos en el exterior. Luego de un gesto de entendimiento y aprobación, comenzó a retirarse hacia la salida del centro hospitalario. Caminó lentamente, concentrada en cada paso que daba, calculando cuan cerca estaba de salir de la Maternidad y del peligro de que su hijo fuese arrebatado. De pronto, sintió que la perseguía. Ella apuró el paso.

Inmersa en el panico, Josefina corrió y se escondió en cada uno de los consultorios, salas de parto, baños y cuartos de limpieza. En más de una ocasión fue interceptada por sus persecutores, pero siempre logró escapar. Incluso la historia persecutoria se intensificó, cuando ella comenzó a notar que el bebe no lloraba, que no quería comer y que todo el tiempo estaba dormido.

Arrinconada, por fin, la persecución parecía haber terminado. Josefina en el suelo, sucia, golpeada y sangrante, permanecía de rodillas, incrustada en una esquina de una inmensa sala de espera. Sus persecutores, los policías, el vigilante, el doctor de guardía y una enfermera no sabían que hacer, sólo la veían con expectativa.

Uno de los policías salió del letargo, sacó su pistola, la apuntó y le instó a entregar al niño. Josefina se volteó lentamento y dejó caer al niño. Era un bebe de plástico. Ella nunca supo que sufria de una enfermedad mental conocida como «mal de la madre psicológica».

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